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Mercados centenarios en Barcelona que han llegado hasta nuestros días

Escrito el 23/05/19 · Tiempo de lectura: 5 minutos
Mercat de Galvany

Barcelona se ha forjado en sus mercados. O al menos su carácter comercial. Solo hay que comprobar la vigencia actual de mercados centenarios en Barcelona para entender que el pueblo barcelonés ha encontrado en ellos un crisol de oportunidades en las que desarrollar una idiosincrasia emprendedora que se ha perpetuado generación tras generación hasta adentrarse en el ADN de la antigua Barcino. Por eso hoy os proponemos un repaso por algunos de los centros más longevos de la capital catalana.

Mercado de los Encants

Uno de los mercados en activo más antiguos de Europa, con casi ocho siglos de historia. No se puede explicar la historia de Barcelona y su dinamismo comercial sin mencionar el mercado de los Encants, convertido en uno de los recintos más emblemáticos de nuestra ciudad. A lo largo de los siglos ha tenido un carácter itinerante, ya que se ha ubicado en diferentes zonas de Barcelona. Los primeros vestigios de este tradicional mercado se hallan a partir de 1200 en la plaza Sant Jaume, en la que se realizaban subastas públicas y ventas al “Encante”, es decir, cantando las bondades del producto en cuestión.

Tras plaza Sant Jaume el mercado se trasladó a la Plaça Nova, luego a la Volta dels Fusters y ya en el siglo XIX se colocó extra muros, en la confluencia de lo que hoy sería Ronda Sant Pere con Paseo Sant Joan. Su itineraria continuó por diferentes puntos de Barcelona hasta que en 1928 fue trasladado al que se ha convertido en el mercadillo que hemos llegado a conocer: la plaza de las Glòries, donde estuvo hasta 2014, cuando se trasladó a un nuevo espacio cubierto en la esquina de la avenida Meridiana con Glòries. Aunque se haya techado el mercado, se le ha dotado de una cubierta espectacular y gran cantidad de espejos para crear la sensación de que sigue siendo un mercadillo al aire libre.

¿Y qué podemos encontrar en su interior? Pues la respuesta sería todo. Según los 500 comerciantes y profesionales, si lo que buscas no se encuentra allí es que probablemente no exista: productos inusuales o difíciles de encontrar, así como todo tipo de objetos viejos y nuevos, artesanales y tecnológicos. También abundan muebles antiguos, discos viejos y electrodomésticos de segunda mano. Con el paso de los tiempos, el mercado ha sabido renovarse y actualmente también ofrece zona de aparcamiento, probadores y servicio de restauración.

Eso sí, las tradicionales subastas se siguen realizando tres veces por semana, ante la atenta mirada de los muchos visitantes (hasta 100.000 semanales) que recibe entre asiduos, turistas y curiosos que aspiran a conseguir una auténtica ganga.

Mercado Encants

Mercado de Galvany

Sin duda, uno de los mercados municipales más bonitos de Barcelona. En cada uno de sus ocho lados posee unas vidrieras modernistas que le han valido la catalogación como monumento artístico de la ciudad. Comenzó a construirse en 1868 gracias a la cesión de unos terrenos del Conde de Galvany para edificar un mercado cubierto sobre el antiguo mercadillo al aire libre de campesinos y pescaderos. La tardanza de la culminación de las obras (no se acabó hasta 1927) hizo que la construcción acabase bebiendo de la corriente arquitectónica imperante en ese momento: el modernismo.

Ese hecho explica que a pesar de su larga antigüedad no esté construido sobre hierro, como otros mercados municipales, sino sobre una estructura de ladrillo en obra vista. Su nave se distribuye en forma de cruz griega con una gran cúpula central de ocho lados, sostenida sobre cuatro arcadas. Cada uno de sus ochos lados está decorado con vidrieras modernistas. En su interior, 28 columnas de hierro ayudan a sostener la cubierta, compuesta por una estructura metálica y una capa de láminas de madera.

Al final de cada uno de sus extremos, el edificio cuenta unas fachadas que nutren de iluminación natural al interior mediante nueve arcos, decorados a su vez con vitrales modernistas y unos mosaicos de ‘trencadís’ con los que se forma el antiguo escudo de Barcelona. Y justo en el centro del mercado se halla la joya de la corona, una farola modernista con un reloj de época en la parte superior que lleva allí desde el siglo XIX.

Mercado de La Concepció

Símbolo de la expansión de Barcelona más allá de sus murallas medievales, el Mercado de la Concepció nació en el siglo XIX para dar servicio a las gentes de un nuevo barrio construido sobre la llanura de Barcelona: el Eixample. Desde entonces, el mercado se volvió un auténtico centro neurálgico del lado derecho del ensanche barcelonés. Como si fuese un ágora griega, en él se palpaba la vida del barrio y entre compra y compra se comentaban y discutían los diferentes cambios socio-políticos experimentados en 130 años de historia.

Arquitectónicamente el edificio no deja indiferente a nadie. Hijo de la época en la que fue concebido, el mercado fue construido en hierro, material imperante en ese momento histórico presente en otras construcciones europeas como el Crystal Palace londinense o la archiconocida Torre Eiffel. Además de la estructura metálica, el edificio cuenta con tres naves cubiertas y un cierre de obra vista, con piezas de cerámica vidriada, que otorgan un aspecto singular desde el exterior. Sus dos fachadas principales (calle Aragó y Calle València) son idénticas, por lo que el edificio atesora una simetría que, junto con el hierro forjado, hacen del conjunto un edificio realmente bello.

Mercat Llibertat

Mercado de la Llibertat

Con 130 años acabados de cumplir, el Mercado de la Llibertat es uno de los más antiguos de nuestra ciudad. Se construyó en 1888, cuando Gràcia era todavía una villa independiente de Barcelona. Sin embargo, la Exposición Universal que se inauguraría aquel año, provocó enormes flujos migratorios del resto de España, tanto a Barcelona como a sus municipios limítrofes, en busca de oportunidades. 

Ese hecho impulsó al arquitecto Miquel Pasqual Tintoré a diseñar un mercado que ya bebía del estilo de la época, el modernismo, presente a pocos metros del mercado en la Casa Gaudí. En la parte central de su fachada se puede apreciar un escudo modernista de formas imposibles. Mientras que el tejado se rubricó con cerámica vidriada negra y rojiza, además de contar con unas cenefas de hierro.

Por su parte, la cubierta se hizo de hierro con cierre perimetral de obra vista y con paneles de aberturas que permitían oxigenar el mercado. Todos estos detalles fueron impulsados por el ceramista y maestro de obras Francesc Berenguer, amigo personal de Gaudí, que interpretó, a su manera, la corriente arquitectónica imperante en ese tiempo. Este hecho le valió sin duda el reconocimiento del mercado como Bien Cultural de Interés Local, y un lugar al que escaparse tras un paseo por el barrio de Gràcia o tras visitar la Casa Vicens.