Gaudí's Neo-Gothic buildings: a tribute to medieval Barcelona
When we think about the prevailing architectural legacy in Barcelona, many of us recall Modernism, the hallmark of our city and elevated to the status of art thanks to names like Gaudí, Domènech i Montaner, or Puig i Cadafalch, who were in turn supported by the money and pretension of the Catalan bourgeoisie. However, before this outburst, there was another architectural current that also left its mark on our city: the neo-Gothic architecture, a movement that emerged from the rejection of neoclassical rationalism.
In that context, at the end of the 19th century, the upper classes of Barcelona promoted and financed neo-Gothic constructions, with the intention of rooting themselves and positioning as heirs to the splendor that Catalonia enjoyed in its medieval past. This was not merely a local phenomenon, as it had already spread throughout Europe. First from the United Kingdom and then from France to the rest of the continent after the fall of the Napoleonic empire. Thus, throughout the 19th century, the continent, under the shelter of different nationalisms, the new territories that emerged from the Congress of Vienna experienced a neo-Gothic fever with which they all sought to exalt their most glorious past. For this reason, in addition to erecting new buildings inspired by the Gothic style, medieval enclosures such as castles and cathedrals were restored and completed.
Our city was no exception. It was thanks to that trend that, taking advantage of Barcelona's designation as the host of the Universal Exposition of 1888, our city's council decided to restore the facade of the Barcelona cathedral, and it was decreed that the style to be applied would be the prevailing neo-Gothic of that time. Something similar happened with the so-called Gothic Quarter, which, although it has medieval and even Roman origins, was artificially reconstructed and medievalized between the 19th and 20th centuries, when it acquired the appearance that it has retained to this day. That trend was so dominant that even Gaudí embraced it for a period of his career. However, he did so in a free and personal way, trying to improve its structural solutions, since he considered it an imperfect style.
Bellesguard Tower
De todas las creaciones llevadas a cabo durante su periplo neogótico, la que mejor cumple esa voluntad de reconocimiento medieval es, sin duda, la torre Bellesguard (1900-1909), puesto que había sido la antigua residencia de veraneo del Rey de Aragón Martí l’Humà (s. XIV-XV). Con ese espíritu, Gaudí diseñó un edificio de planta cuadrada, con cierto aspecto de fortaleza, y utilizó elementos propios del lugar, como la piedra pizarrosa, con la que quiso integrar el inmueble en el marco natural que la envolvía. Con sus cuatro vértices orientados a los cuatro puntos cardinales, el edificio cuenta con un mirador y una torre almenada como principal distintivo, que se alza sobre el resto del edificio en forma de cono truncado por una bandera catalana y una corona real, en homenaje a su pasado cortesano, de la que surge una cruz de cuatro brazos.
Colegio Teresiano de Ganduxer
Hasta llegar a Bellesguard, Gaudí ya había explorado antes el estilo neogótico en otros edificios, tanto en Barcelona como en otros lugares de España, como el palacio Episcopal de Astorga o la Casa Botines de León, proyectos a los que pudo optar gracias a sus buenas relaciones con algunos de los personajes más ilustres de su tiempo. El primero de todos, que da inicio a su etapa neogótica, fue el Colegio de las Teresianas de Barcelona, encargado por San Enric d’Ossó. El fundador de la Compañía de Santa Teresa de Jesús ordenó construir un complejo que pudiese albergar a la vez un convento, un internado y un colegio, función que sigue desempeñando en la actualidad. Aunque en primera instancia el responsable del proyecto era Joan Baptista Pons i Trabal, el renombre y la fama de Gaudí como arquitecto y como persona devota hicieron que finalmente el encargo recayese sobre él. Dado el escaso presupuesto que la orden tenía para llevarlo a cabo, se tuvo que optar por materiales pobres, como el ladrillo y la piedra, que cumplían con la voluntad de reflejar el voto de pobreza de las religiosas.
Aún así, Gaudí no renunció a crear elementos decorativos jugando con la colocación del propio ladrillo, alegando que ello no suponía un incremento en el coste final. De ese proceso creativo ha trascendido una anécdota que muestra las constantes presiones recibidas para ceñirse al presupuesto. Ante una queja o comentario de Enric d’Ossó, Gaudí contestó: “Cada cuál a lo suyo, mosén Enric: yo a hacer casas, usted a hacer misas”.
Cierta o no, lo que sí refleja esta anécdota es la voluntad del arquitecto de dejar su sello allá dónde iba. Buena muestra de ello es la columnata asimétrica realizada en la primera planta del edificio, con 26 pilares a un lado y 25 al otro, como representación de una naturaleza en la que no existe la simetría. O el pilar sin adornos hecho así para simbolizar a Dios, y del que nace una escalera de 14 peldaños que muere en la pared, como símbolo de que más allá de Dios no hay nada.
Bodegas Güell
Como su apellido indica, esta construcción fue un encargo de Eusebi Güell, gran mecenas de Gaudí durante toda su vida. En esta ocasión el proyecto consistía en levantar unas bodegas en una finca situada en Garraf (Sitges) en la que el industrial poseía viñedos y una cantera de piedra caliza, que sirvió para alzar el complejo e integrarlo en su entorno, tal y como le gustaba hacer a Gaudí en sus creaciones. Dirigido por el ayudante de Gaudí Francesc Berenguer, la obra se llevó a cabo entre 1895 y 1897. Arquitectónicamente, las bodegas tienen una planta cuadrada rectangular y cubiertas de gran verticalidad, que otorgan al complejo un perfil piramidal muy acentuado. En su interior cuenta con cinco plantas, dos de ellas subterráneas para ser usadas como bodegas, una planta baja para cochera y para el servicio, la primera para la vivienda y la superior, que contaba con un porche-mirador orientado al mar y una capilla abovedada.
Tras su cierre en 1936 el recinto ha sobrevivido hasta nuestros días, adaptado como restaurante, y se puede visitar e incluso alquilar para eventos y ceremonias. Buena opción para descubrir una de las obras más desconocidas del genio de Reus. Casi tanto como el estilo en el que se inspira y que tantos edificios y construcciones ha dejado en nuestra ciudad. Y es que en arquitectura hay vida más allá del Modernismo. También en Barcelona.