Alfredo Arribas, el arquitecto que extiende su arquitectura hasta la naturaleza y sostenibilidad
Imaginador de mundos y de paisajes, artesano de la creación, arquitecto, agricultor, bodeguero… Alfredo Arribas es un hombre que conecta la creatividad y la naturaleza. Imaginar y construir le llevó de soñar en su habitación juvenil a la arquitectura, para regresar en 2001 a la naturaleza y al terreno de su niñez. Más de 20 años transitando entre dos mundos que afirma “no están en absoluto alejados”.
Recogió el impulso de la Barcelona preolímpica: “Había ganas e ilusión, todo estaba por hacer”. Gracias al placer por imaginar lo desconocido, su estudio de arquitectura devino en una torre de babel creativa que albergaba, además, equipos de branding, vídeo, producción y expresión gráfica. Atesorando el ímpetu y la energía positiva, y una cierta ingenuidad, su nombre vinculado a Barcelona le permitió trabajar en todo el mundo.
Reconocido como uno de los arquitectos barceloneses más internacionales, agradece la oportunidad de haber participado en numerosos trabajos interdisciplinares que le obligaron a adaptarse a culturas muy diversas, desde la más detallista y artesana a las más creativas. “A mí me marcó mucho empezar a trabajar en Japón. Con muchos medios, se llevaba a cabo un trabajo con rigor, eficiencia y precisión para controlar la perfección de los resultados, y llegar a extender el proyecto hasta su realidad última. Más tarde, en Europa, aprendí que se podían hacer edificios con planos muy precisos y el resto del proyecto interior sobre el espacio y con croquis”. “El contraste de culturas me permitió situar el foco en lo importante y no en aspectos que, a veces, quedan en los planos y no se llegan a materializar”, añade.
En sus inicios, buscó sus referentes en los “arquitectos totales, nombres que cambiaban de escala con gran facilidad y de forma coherente”. Afirma que hoy no vive la arquitectura con tanta intensidad y proximidad, como en su etapa de docente. Dio clases durante 15 años en la ETSAB, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, y en ELISAVA. Dejó la docencia por el ritmo que requería: “Como docente eres muy permeable. Luego te vas alejando de la curiosidad de lo que hacen los demás y te conviertes en alguien más cerrado y autosuficiente. De este modo, la expresión es más coherente, menos dispersa y más sincera. Creo que la arquitectura mejora a medida que las personas alcanzamos la madurez, porque logras hacer las cosas con menos esfuerzo y menos recursos. En la juventud, pretendes explicarlo todo en un proyecto. Con la experiencia, no has de hacer una demostración, te la ahorras”. Y concluye: “Hoy, no siento el deseo de publicar ni de exponer, busco unas vivencias más amplias y no de especialista. No necesito continuar el itinerario de mi perfil profesional”.
Desde su percepción, Arribas valora la situación actual de la arquitectura tras dos graves crisis: “Actualmente, la expresión gráfica se ha vuelto muy importante y marca los proyectos y los concursos, especialmente los públicos, que se han mediatizado mucho. Esto ha generado que las personas que toman decisiones se vieran desbordadas por la influencia de la presentación gráfica. Y ha sido muy perjudicial porque se eligen proyectos por la imagen. Asimismo, la expresión gráfica ha hecho creer que todo es posible. Y esto lleva a que los trabajos realizados no tengan apenas que ver con lo que se presentó como idea ganadora”.
Le pedimos que elija alguna de sus obras y es contundente: “Soy poco nostálgico e hipercrítico conmigo mismo. Las salvaría por alguna vivencia personal no tanto por características arquitectónicas (geometrías complejas, poca perdurabilidad, excesos de expresividad…). Me satisfacen los ejercicios más sencillos, las expresiones más contenidas y proyectos de mayor vigencia, los más sintéticos, probablemente los más recientes en Barcelona. Me he convertido en un arquitecto de ciudad, de Barcelona. Hoy no tengo mis referentes en la seductora expresión gráfica, sino en la fusión entre el mundo natural y el mundo de las tres dimensiones arquitectónicas. Quiero acercar a la arquitectura la condición natural, la expresión más franca de los materiales y que influyan en el espacio poco construido”.
En este punto, la conversación conecta con su decisión de adquirir, en 2001, unos terrenos en la denominación de origen Priorat, montaña mediterránea de Tarragona: la finca Clos del Portal. “Compré el terreno que luego sería la viña. Lo compro motivado por tener un espacio en el que poder trabajar con la naturaleza. El vino llega de casualidad. Descubro que puedo trabajar con la gente para que aquel cuadrado de tierra adquiera vida. A diferencia del payés, yo me acerco con la capacidad de transformar el territorio. Recupero viñas, pero no recupero el modo de explotación antiguo. Esto ahora no es sostenible. Yo quiero aprender e ir hacia delante. Llevar a cabo intervenciones respetuosas y descubrir hacia dónde debemos ir. El vino no es un fin, es un medio para mí. Da vida a un paisaje”.
Tras el Priorat, adquirió terrenos en la D.O. Montsant y en la intersección de ambas. De la influencia de los territorios, la biodiversidad, su particular modo de trabajarlos, el máximo respeto en la bodega y una vinificación biodinámica obtiene como resultado una fotografía envasada del terroir, que contiene texturas, olores, visiones diferentes… tanto en Trossos como en VinsNus. Es lo que afirma buscar, aquello que le hizo extender su actividad en la arquitectura hasta la naturaleza.
En la creación de vinos ha encontrado además una gran motivación. “Estoy inventando y descubriendo nuevas formas de elaboración. Estoy viendo que podemos aportar desde la agricultura, ni tan siquiera la vinicultura, expresiones vinícolas muy avanzadas. Aún soy un aprendiz. Y espero influir y ser influenciado. Para ello estamos transgrediendo algunas normas y conceptos que se consideraban inamovibles”. Y aprovecha para señalar: “Es el único camino del mundo del vino para incorporar savia joven, que tiene capacidad de integrarse en una cultura que parecía muy conservadora. El reto es hacer las cosas de otra forma, esto atrae, compensa y ofrece satisfacción a los jóvenes”.
Cuando le solicitamos qué ofrecería a las personas que se interesasen por su trabajo, no duda: “A alguien que empieza le haría probar VinsNus, completamente imaginados y elaborados con la mínima intervención. Son fotografías de lugares. Le expondría a este milagro para que acortase la distancia física con una copa de vino”.
Al preguntarle cómo evalúa él la sostenibilidad en Barcelona, eleva la mirada y no titubea: “Barcelona no ha tenido nunca muy presente este factor. Por ejemplo, en sus ‘plazas duras’ se buscaba higiene visual, pero han supuesto dureza. Barcelona no es una ciudad integrada en el equilibrio y es, además, una ciudad delimitada y ahogada en su ubicación”. Con esperanza, prosigue: “Tenemos que hacer un esfuerzo, por parte de cada arquitecto y arquitecta, por integrar la sostenibilidad, aun cuando no venga descrita. En general, el cliente no viene solicitándola a priori, pero la acepta. En muchos usos, como el ocio, es necesario abrir el proyecto hacia fuera. Valorar los espacios exteriores o recuperar las cubiertas de los edificios”.
“El valor de la sostenibilidad en cada proyecto se verá en los próximos años. Y tiene un coste muy pequeño, requiere esfuerzos suplementarios y alguna inversión extra, pero no es comparable a los elevados costos por alardes de geometrías imposibles, materiales inadecuados… Muchas veces, la concepción del proyecto marca una inversión desorbitada, como podemos observar en países ricos que no han madurado”.
La sostenibilidad es el eje en sus últimos ejercicios, de forma coherente. Prueba de ello es el proyecto de rehabilitación del edificio que acogerá el Pier07, o el Hotel REC Barcelona, inaugurado en 2019.
Le pedimos que nos explique cómo vivió la controversia que han generado algunas de sus obras y sin dudarlo responde: “Barcelona es una ciudad con una cierta austeridad de criterio vital. Cuando hemos hecho ejercicios de expresiones más marcadas hemos tenido reacciones de la Barcelona clásica”. Y aclara: “Se podría hacer una subdivisión de los profesionales de los últimos 50 años, tanto en arquitectura como en diseño, en dos listas. Los afines a la escuela de la austeridad y del alto valor cultural, y quiénes optamos por ser más contemporáneos y más externos a la cultura local. Íbamos muy rápido, muy lejos y no enraizábamos con la línea de austeridad”.
Y sin abandonar la Ciudad Condal, al preguntarle cómo la ve hoy, el arquitecto es categórico: “Barcelona es gris”. Y nos explica que, ahora, tras años de moverse por barrios desde el Poblenou al Tibidabo, cuando tiene que mostrar la ciudad se circunscribe a: “Los restaurantes. Son las islas donde puedo obtener la síntesis de mi lectura vital y es una forma bella de compartir”.
Esta Barcelona que, a fuerza de mirarla, vivirla y volver a imaginarla es su territorio, también es para el arquitecto sinónimo de Núñez i Navarro: “Para mí Núñez i Navarro significa Barcelona. Ellos eligieron circunscribirse a trabajar en Barcelona. Ambos comulgábamos en muchos aspectos y nos hemos influido mutuamente de una forma positiva, contribuyendo a una evolución notable. Con ellos he tenido al alcance la forma de contribuir con mi granito de arena a mi ciudad”.
Agradecemos a Alfredo Arribas el tiempo compartido en su estudio, entorno a una gran mesa apta para revisar planos o degustar vinos en compañía, y nos despedimos de un hombre afable, fiel a sí mismo que, como sus vinos anuncian, ha mirado hacia atrás sin dejar nunca de caminar hacia delante.
*Alfredo Arribas arquitecto por la ETSAB. Entre 1978 y 1990 fue docente, profesor de proyectos de la ETSAB y coordinador del área de Diseño de Interiores de la Escuela de Diseño Elisava. Reconocido con: Medalla de Oro de la Biennal de Arquitectura de Miami, Premio de la Triennal d’Arquitectura del Maresme y Medalla de Oro del FAD en reconocimiento a su trayectoria profesional.
Entre sus obras destacan: World Trade Center de Osaka, dos plantas, Japón (1994-1995); Marugame de Shiko-ku, Japón (1991-1993); la Escuela Elisava, Barcelona (1986); el Network Café Barcelona, Premio FAD de Interiorismo (1987); el Acuario de Nagasaki, Japón; el Hirai Museum de Arte Contemporáneo Español Takamatsu, Japón (1993), junto a Aldo Rossi; el Pabellón Seatstadt en la Ciudad del Automóvil, Wolfsburg, Alemania (2000); el Oriental Pearl Tower de Shanghai, China; Vestíbulo y restaurante del Commerzbank de Frankfurt, Alemania, con la contribución del artista Joan Brossa; Centro Felisia de Castellaneta, Italia; la sede de Ermenegildo Zegna en Sant Quirze, Barcelona (2005, Premio FAD), los hoteles B; SOHO y REC Hotel en Barcelona; el edificio Veinsur Volvo Trucks en Málaga (2008); el edificio Triangle de la Fundación Puigvert (2010); la rehabilitación del edificio La Rotonda, Barcelona (2016) o el Pier07, Barcelona (2022). Así como el interiorismo de destacados locales de ocio.